Los trenes.

Los trenes me inspiran.
Quizá porque suponen una idea mucho más compleja de lo que realmente significa un tren. Pero para algunos como yo, un tren es algo más que un transporte público que hace que vayas de Madrid centro a Madrid afueras, o de París a Ámsterdam. 
Un tren es dejar pasar una oportunidad o correr sin aire hasta alcanzarla, es dejar un asiento libre o disfrutar de la compañía muda de un lector, es mirar por la ventana y contemplar el paisaje mientras escuchas a tu grupo favorito, es ver rostros amargos y saber combatirlos con la sonrisa más grande.
Significa nervios antes de ver a una persona importante, al igual que tristeza al dejarla atrás. 
Son los rayos de sol incidiendo en tu frágil piel y el cruce de miradas con ese amor imposible tres asientos delante al que sabes de sobra que no volverás a ver, pero del que decides enamorarte aunque sea sólo por unos minutos. 
Son los raíles que recorren tu cuerpo, soportando una fuerza increíble que es la velocidad. 
Un arranque a gran velocidad sin mirar el pasado. Recorriendo, sin detenerse, cientos de kilómetros que serán futuro. Viviendo entre mochilas, billetes y compañías que forman el presente.
Porque siendo tren, 
aprendes a ser tú.




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