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Decimos.

  Un Madrid a r c o i r i s caldea las almas de aquellos que se reunen en el corazón de la capital, orgullosos de recorrer las calles siendo quienes son, viviendo sus vidas, enseñando que esta vez sus besos no son sólo fruto del fervor del verano, sino que son lucha .  Que son reivindicación. Que son visibilidad. Y que no dudarán en darse miles de ellos.    Y mientras el sudor camina por sus torsos y la bebida se agota y la música de los altavoces marca el ritmo de la noche, dos chicos  acercan sus rostros. E l guardián y el visitante. Pero como todo buen protagonista , ambos han cambiado:  e l guardián ya no custodia los cielos pues ahora son las estrellas las que cuidan de él, y el visitante dejó de ser un extraño hace tiempo, cuando hasta sus sombras le iluminaron.  Y entre carta y carta, abrazo y abrazo, silencio y silencio,  cada ocasión brindó algo nuevo: de una tímida narración de anécdotas a un accidentado tour por tierras ajenas, de una película dramática o mil filas

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